Compartir mis días contigo
Ver salir el sol y despedirlo
caminar y correr a tu ladito
Buscar y encontrarme a solas contigo
Dormir y soñar caricias contigo
Reír y llorar con tus ojitos
Compartir mis secretos con tus suspiros
El Ambigú
miércoles, 9 de enero de 2013
lunes, 26 de noviembre de 2012
Empezamos la Campaña de Recaudación para PALOMAR
Ayudanos a hacerlo público pronto.
Ahí vienen las instrucciones.
Gracias!
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Ahí vienen las instrucciones.
Gracias!
viernes, 28 de septiembre de 2012
viernes, 21 de septiembre de 2012
miércoles, 19 de septiembre de 2012
El camino de cera
Al tropezar en la puerta de la iglesia, Socorro se repone de la manera más decorosa que encuentra: con la barbilla en alto, la sonrisa altanera y al brazo de su hija Yara. Juntas caminan hacía el altar y se sientan en la segunda fila de las bancas, obviamente donde se sienta la gente importante. Van emperifolladas con todas las chucherías que se encontraron a su paso, Socorro con ese labial nacarado pasado de moda, los zapatos de tacón, el vestido de flores que usa en ocasiones especiales y un bolso que más bien parece una pañalera. Yara con esos aretes de gota, un copete en el cabello que le tapa la mitad del rostro, pestañas postizas, collar de cuentas y flores de ofrenda a la virgen. Casi esta terminando el sermón el Padre, cuando pasa rozándole el brazo a Soco la Silvia, con ese chamaco, ¡ah! maldito chamaco, igualito, la misma cara de Sulpicio. La Silvia hace un ademan al niño para que vea a Yara, su hermanastra. Tanto Soco como Yara se miran a los ojos y sienten que les hierve la sangre. Sólo porque están dentro de la casa de Dios se contienen, si no, le hubieran ido a partir la cara a esa cabrona, mira que tener el descaro de presentarse en la misa el Día de la Cera.
Sulpicio fue presidente municipal del pueblo y Socorro la primera dama. Fue entonces cuando conoció a la Silvia, quien fungía como secretaria particular del presidente municipal. Ella lo encantó con sus malas artes y su peor andar. Él sucumbió a su ¿belleza? y dejo a Socorro después de veinticinco años de matrimonio para irse a vivir con ella. Fue el chismorreo del pueblo, mira que dejar a Soco por la espantosa esa, conocida por su mal vivir, pero que le vamos a hacer si quedo panzona la dama, alguna manera tenía que responder al hecho ¿no?
Mientras el Padre da la bendición, Soco y Yara siguen por el rabillo del ojo a la Silvia. Cuando termina la misa y todos se enfilan a la salida, ella aprovecha la confusión y Soco con su pomposa dignidad, sale, ahora rodeada de sus comadres, mientras que Yara va a encarar a esa mala mujer. Las comadres comentan, que mira que pasarte al lado comadre, que al fin y al cabo el niño ni se parece a Sulpe -cómo no-. Yara con la furia en la mirada y el copete sobre los ojos va y se le planta enfrente a la Silvia.
-¿Qué quieres? - le pregunta Silvia
-No te acerques a mi madre -le responde de malaa gana
-La igleasia es de todos y yo puedo andar por donde se me plazca -afirma la Silvia
-Menos a su lado, ¡golfa! -grita Yara
-A mí no me llamas golfa, niña babosa -contesta enfurecida la Silvia al momento que se le tira encima a Yara
-Niña babosa ¡tu abuela! -le contesta
20 de mayo 2003
Madrid, España
-ejercicio de Flash back para la clase de Narrativa Literaria impartida por Marcelo Luján-
Al tropezar en la puerta de la iglesia, Socorro se repone de la manera más decorosa que encuentra: con la barbilla en alto, la sonrisa altanera y al brazo de su hija Yara. Juntas caminan hacía el altar y se sientan en la segunda fila de las bancas, obviamente donde se sienta la gente importante. Van emperifolladas con todas las chucherías que se encontraron a su paso, Socorro con ese labial nacarado pasado de moda, los zapatos de tacón, el vestido de flores que usa en ocasiones especiales y un bolso que más bien parece una pañalera. Yara con esos aretes de gota, un copete en el cabello que le tapa la mitad del rostro, pestañas postizas, collar de cuentas y flores de ofrenda a la virgen. Casi esta terminando el sermón el Padre, cuando pasa rozándole el brazo a Soco la Silvia, con ese chamaco, ¡ah! maldito chamaco, igualito, la misma cara de Sulpicio. La Silvia hace un ademan al niño para que vea a Yara, su hermanastra. Tanto Soco como Yara se miran a los ojos y sienten que les hierve la sangre. Sólo porque están dentro de la casa de Dios se contienen, si no, le hubieran ido a partir la cara a esa cabrona, mira que tener el descaro de presentarse en la misa el Día de la Cera.
Sulpicio fue presidente municipal del pueblo y Socorro la primera dama. Fue entonces cuando conoció a la Silvia, quien fungía como secretaria particular del presidente municipal. Ella lo encantó con sus malas artes y su peor andar. Él sucumbió a su ¿belleza? y dejo a Socorro después de veinticinco años de matrimonio para irse a vivir con ella. Fue el chismorreo del pueblo, mira que dejar a Soco por la espantosa esa, conocida por su mal vivir, pero que le vamos a hacer si quedo panzona la dama, alguna manera tenía que responder al hecho ¿no?
Mientras el Padre da la bendición, Soco y Yara siguen por el rabillo del ojo a la Silvia. Cuando termina la misa y todos se enfilan a la salida, ella aprovecha la confusión y Soco con su pomposa dignidad, sale, ahora rodeada de sus comadres, mientras que Yara va a encarar a esa mala mujer. Las comadres comentan, que mira que pasarte al lado comadre, que al fin y al cabo el niño ni se parece a Sulpe -cómo no-. Yara con la furia en la mirada y el copete sobre los ojos va y se le planta enfrente a la Silvia.
-¿Qué quieres? - le pregunta Silvia
-No te acerques a mi madre -le responde de malaa gana
-La igleasia es de todos y yo puedo andar por donde se me plazca -afirma la Silvia
-Menos a su lado, ¡golfa! -grita Yara
-A mí no me llamas golfa, niña babosa -contesta enfurecida la Silvia al momento que se le tira encima a Yara
-Niña babosa ¡tu abuela! -le contesta
20 de mayo 2003
Madrid, España
-ejercicio de Flash back para la clase de Narrativa Literaria impartida por Marcelo Luján-
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