miércoles, 19 de septiembre de 2012

El camino de cera

Al tropezar en la puerta de la iglesia, Socorro se repone de la manera más decorosa que encuentra: con la barbilla en alto, la sonrisa altanera y al brazo de su hija Yara. Juntas caminan hacía el altar y se sientan en la segunda fila de las bancas, obviamente donde se sienta la gente importante. Van emperifolladas con todas las chucherías que se encontraron a su paso, Socorro con ese labial nacarado pasado de moda, los zapatos de tacón, el vestido de flores que usa en ocasiones especiales y un bolso que más bien parece una pañalera. Yara con esos aretes de gota, un copete en el cabello que le tapa la mitad del rostro, pestañas postizas, collar de cuentas y flores de ofrenda a la virgen. Casi esta terminando el sermón el Padre, cuando pasa rozándole el brazo a Soco la Silvia, con ese chamaco, ¡ah! maldito chamaco, igualito, la misma cara de Sulpicio. La Silvia hace un ademan al niño para que vea a Yara, su hermanastra. Tanto Soco como Yara se miran a los ojos y sienten que les hierve la sangre. Sólo porque están dentro de la casa de Dios se contienen, si no, le hubieran ido a partir la cara a esa cabrona, mira que tener el descaro de presentarse en la misa el Día de la Cera.

Sulpicio fue presidente municipal del pueblo y Socorro la primera dama. Fue entonces cuando conoció a la Silvia, quien fungía como secretaria particular del presidente municipal. Ella lo encantó con sus malas artes y su peor andar. Él sucumbió a su ¿belleza? y dejo a Socorro después de veinticinco años de matrimonio para irse a vivir con ella. Fue el chismorreo del pueblo, mira que dejar a Soco por la espantosa esa, conocida por su mal vivir, pero que le vamos a hacer si quedo panzona la dama, alguna manera tenía que responder al hecho ¿no?

Mientras el Padre da la bendición, Soco y Yara siguen por el rabillo del ojo a la Silvia. Cuando termina la misa y todos se enfilan a la salida, ella aprovecha la confusión y Soco con su pomposa dignidad, sale, ahora rodeada de sus comadres, mientras que Yara va a encarar a esa mala mujer. Las comadres comentan, que mira que pasarte al lado comadre, que al fin y al cabo el niño ni se parece a Sulpe -cómo no-. Yara con la furia en la mirada y el copete sobre los ojos va y se le planta enfrente a la Silvia.
-¿Qué quieres? - le pregunta Silvia
-No te acerques a mi madre -le responde de malaa gana
-La igleasia es de todos y yo puedo andar por donde se me plazca -afirma la Silvia
-Menos a su lado, ¡golfa! -grita Yara
-A mí no me llamas golfa, niña babosa -contesta enfurecida la Silvia al momento que se le tira encima a Yara
-Niña babosa ¡tu abuela! -le contesta

20 de mayo 2003
Madrid, España
-ejercicio de Flash back para la clase de Narrativa Literaria impartida por Marcelo Luján-

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